Queridos blogueros:
Ya habéis visto que no publico, me encantaría deciros que estoy en el Caribe, debajo de un cocotero, bebiéndome un refresco y abanicada por un buen maromo, pero no es así. Me ha dado la vena de la limpieza y eso en mi es un peligro de alto voltaje. Os haré una comparación para que me entendáis mejor: es lo mismo que meter un borracho a un bar. Mi madre, la pobre, está delicada de la columna, así que, casi toda la vida en cuestión de limpiezas y casi todo lo demás, me he encargado yo. Como los Pistolines están de viaje y los echo mucho de menos, he pensado que para rellenar ese gran vacío me tenía que poner hacer algo. Aquí a esa limpieza gorda se le llama "de navidad", lo de gorda lo digo porque en una sola habitación se me pueden ir perfectamente 12 horas. ¿Qué es un disparate?, pues sí, pero cada uno hace las cosas a su manera, aunque eso no sea lo mejor. Agarro el cepillo, fregona, guantes, estropajo, balleta y el elemento principal (lejia la estrella pino). Me pongo un trapo rodeando la cabeza y como Rambo en su guerra, yo me voy hacer la mía, dejo la habitación que cruje viva.
Lo llevo mal por el tema de mi brazo, pero es lo que toca, el problema es que de ahí se va al cuello, al otro brazo y a la espalda, pero los ojos lagrimosos de mi madre cuando entra y ve sus habitaciones limpicas: no tienen precio. A una madre se le hace "cualquier cosa", aunque esté yo peor que ella, pero eso no importa. Las cosas se hacen en vida que luego ya es demasiado tarde, por eso me gusta verla tan contenta, disfruto así más que ella. Espero acabar pronto y volver con todos vosotros porque os echo mucho de menos. Un abrazo fuertote.