Llegó el día de la operación y estaba muy nerviosa, le dije que la anestesia fuera general, me comentó que era más peligrosa pero me daba igual. Entré en esa habitación tan blanca y tan fría que cuando me tumbé en la camilla dos lágrimas se me escaparon. Que sola estaba y que tristeza tenía, sólo pedía que me arreglaran mi brazo y me quitaran ese dolor continuo. En ese momento noté un pinchazo y el enfermero hablandome, fueron segundos y me dió un sueño muy dulce. Cuando comencé a despertar tenía mucho frío, era insoportable, no paraba de tiritar y no estendía que estaba pasando ni sabía donde estaba, era una sensación muy extraña, quería abrir los ojos y no podía. Al largo rato ya se pasó todo eso y me subieron a la habitación. Tenía que estar allí 24 horas, no podía ni moverme, me dolía mucho, pero lo peor fué cuando tuve que expulsar la anestesia. Vaya noche le dí a la pobre de mi madre, no la dejé dormir ni un minuto, no paraba de orinar, parecía que me había bebido un pantano. Fué una noche durísima.
Eso sí que no se me olvida, subiste con los labios morados y tiritando...
ResponderEliminarSí, menudo cuadro.
ResponderEliminarNo sabes lo que me hubiera gustado estar alli contigo para acompanarte en esos momentos tan duros. Quisiera estar siempre contigo.
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